La identidad digital es la huella que vamos dejando con nuestras actuaciones en Internet. A veces la dejamos de forma consciente pero no siempre, porque hay ocasiones en que proporcionamos datos sin darnos cuenta (por descuido o por una falsa sensación de seguridad) y otras en que es la propia ausencia de datos lo que nos define.
La propia Agencia española de protección de datos ha editado una
guía con recomendaciones para los internautas. Y es que algunas actividades como el
sexting tienen peligros muy obvios al dejar datos o imágenes nuestras en manos de otros y fuera, por lo tanto, de nuestro control; pero otras actividades entrañan peligros que no son tan visibles
a priori, a pesar de dejar al descubierto partes de nuestra vida que preferimos mantener en privado. De esto se aprovechan no solo las compañías que hacen negocio con los datos sino también aquellos que buscan conocer más de una persona por el motivo que sea: las empresas han empezado a revisar los perfiles de las redes sociales de sus empleados (presentes o futuros) para comprobar si la imagen que presentan en el trabajo se corresponde con la real.
Controlar la cantidad de información que sobre nosotros circula por Internet no siempre es una tarea fácil, pero existen ciertas prácticas sencillas que nos pueden ayudar a conseguirlo. Parte de nuestro trabajo como profesores es hacer ver a nuestros alumnos la importancia de ejercer este control, de conocer cuál debe ser nuestro comportamiento en las redes desde el punto de vista tanto de la netiqueta como de la seguridad de los datos. Seleccionar los datos que ofrecemos al público, ajustar los perfiles de privacidad de nuestras redes sociales, decidir qué fotografías debemos subir a la red... son solo una parte de todo aquello que nuestros alumnos deben saber hacer a la hora de utilizar Internet para mantener el control sobre su imagen digital.